21 de 2012
Escribe COAPELLY
Uno, no
investigar a fondo a sus principales colaboradores, dándoles cargos de alta
responsabilidad, poniendo en riesgo la seguridad de la mayoría de los
mexicanos. Si quiere demostrar un cambio en la política hay que empezar por la
inteligencia: conozca bien quién es quién antes de darle el encargo respectivo.
Dos, manejar
un gabinete dividido, como lo quieren ver quienes desde sus columnas en
influyentes medios nacionales están amarrando navajas. Si hay un gabinete
dividido, entre hidalgos y edomexes, entre chorizos y chilorios, su gobierno no
tendrá ningún destino, será un total fracaso.
Tres,
repetir el estilo de gobernar del viejo PRI, como si no entendiera que el país
es otro, que vive otra realidad, donde hay grupos demandantes muy amplios y muy
diversos. Si piensa que el país es el mismo que antes de 2000, ya se fregó
todo.
Cuatro,
supeditarse al FMI, BM, OCDE y otros organismos promotores del neoliberalismo.
Ha quedado claro el fracaso del modelo económico impuesto desde mediados de
1980. La crisis que pegó a EUA y a Europa demostró su fracaso absoluto y
contundente. Ya hasta el propio Zedillo, el más neoliberal de todos, ha
reconocido que hay una vuelta de tuercas. Entonces para qué seguir insistiendo
con las reformas estructurales tal como lo dictaron los responsables de las
fracasadas políticas económicas.
Cinco, no
renovar al PRI. Si como máximo jefe de los priístas Peña no transforma, reforma
o refunda a su partido en el corto plazo, digamos la próximo Asamblea Nacional,
no habrá otra oportunidad
para hacerlo y en lugar de ser un punto de apoyo para su sexenio será un
lastre.
Seis,
mantener el mismo estilo de comunicar y gobernar que los panistas: excluyente,
elitista, fundado en la imagen pública más que en los resultados. Comunicar
también es gobernar, y los panistas pecaron de frivolidades, de apoyarse
excesivamente en “la encuesta del día” y en las frases más ocurrentes en
boletines y redes sociales. Peña debe implorar a su equipo para que eviten
otros seis años de marrullerías del marketing.
Siete, desatender inmediatamente a
los jóvenes y a los indígenas, porque son los grupos, hoy por hoy, más
vulnerables. La deuda social de los últimos sexenios está latente como nunca.
Si no actúa de inmediato, simplemente no entendió la gravedad del país.
Ocho,
dejarse llevar por la frivolidad de sentirse tan galán y mujeriego como Pedro
infante, tan desdeñoso como Luis Miguel, tan metrosexual como Alejandro
Fernández o tan producto Televisa que puede ser desechable. Si Peña no crece en
pocos días como Estadista, su perfil será el peor calificado del mundo.
Nueve, no
amarrar a la familia, no porque sea incómoda, pero es mucho mejor tenerla lejos
del presupuesto y de las decisiones de gobierno que cerquitas. Es momento de
pensar en becas para los hijos propios y los hijastros, porque el que mal
empieza mal acaba. Así también con los hermanos, los primos y compadres. Entre
más lejos mejor. De lo contrario, veremos reeditado lo peor de las dinastías
enriquecidas del poder político.
Diez,
rodearse de zalameros, de esos asesores que sólo le dicen lo que él quiere
escuchar, de quienes lo halagan para después darle puñaladas traperas. Los hay
entre la clase política pero también, y con mucha fuerza, entre los
comunicadores que en su momento endiosaron-vomitaron a LópezPortillo, De la
Madrid, Salinas, Zedillo, Fox
y Calderón. Son los mismos de siempre y andan buscando reacomodo.